Marc Baldó recrea una descarnada visión de la España dividida en su ponencia ‘Memoria Democrática y Archivos’
El profesor Marc Baldó ha hecho un profundo repaso de los motivos por los que la gestión documental cobra cada vez mayor importancia en su alianza y compromiso con la historia. Y lo ha hecho en el marco de las X Jornadas de la Associació de Arxivers y Gestor de Documents Valencians durante la ponencia ‘Memoria Democrática y Archivos’.
A partir de la diferenciación entre lo que llama memoria democrática integral y contraponiendo el concepto a la memoria dividida de España y otros países, Baldó se ha referido a pasajes fracturados como los de España, que dan lugar a memorias también fracturadas.
Una gestión pública y democrática del pasado será clave para el futuro en palabras del Catedrático de Historia Contemporánea en el Departamento de Historia Moderna y Contemporánea de la Universitat de València. “Mirar hacia atrás no divide a la sociedad lo que la divide es no mirar” sentencia.
La batalla política de España nos pone al mirar hacia atrás ante verdaderos monstruos. La historiografía contribuye a facilitar esta tarea pero hace falta además una labor política, la de construcción de una memoria democrática que incluya un marco general. Hay que prestar por ello especial atención a la recuperación del trabajo archivístico.
Mientras las fuentes orales van perdiendo peso, va cobrando cada vez más el material documental. Hay que potenciar las fuentes archivísticas, reforzarlas y difundirlas. Historiadores y archiveros han de dar respuesta a la demanda social cuando esta intenta superar un pasado traumático como es el caso español. Una memoria no elude tapar la otra y los archiveros no sacralizan el pasado sino que lo contrastan y conservan científicamente, “explicándolo todo- apostilla Baldó- porque también los aliados bombardearon a población alemana”, o en España con las dos versiones políticas. Por ello es indispensable la labor de los archiveros y archiveras para la ciudadanía y los académicos.
Baldó ha diferenciado dos conceptos básicos que se pueden confundir: memoria colectiva y memoria democrática.
Lo primero son representaciones colectivas del pasado que tenemos en función de donde vivimos y también vinculadas a la escuela y a la reconstrucción que hacen los medios de comunicación. Es una construcción política que también hacen algunos agentes. En sociedades plurales, la memoria colectiva es plural. Antes había una memoria de los vencedores con todo el poder y la otra, la de los vencidos, poco más que tenía apenas la oralidad y el boca a boca. Muchas veces esta memoria colectiva es traumática y dividida y para figuras como las del archivero su misión es superarla y filtrarla. Además hay mucho apego a la muerte en la representación de este tipo de memoria.
La memoria democrática, por su parte, es diferente. “Es a la que nosotros los archiveros nos debemos” explica el experto. También es colectiva y pública, pero tiene matices. Porque en este caso es una construcción hecha democráticamente, rectifica las manipulaciones y proscribe las demás. Esto, por ejemplo, supone trabajar, al contrario que la memoria franquista, para superar y conocer ese pasado fracturado. Es una memoria ‘participada’ porque aunque también la administración la impulse participan el mundo de la cultura, el sistema educativo, la sociedad, etc. Ya de entrada que haya tantas voces e iniciativas de recuperación la hace más higiénica. Cuenta Baldó hasta 16 agentes que deben participar en esta memoria y cita algunos: asociaciones de memoria histórica; eventos culturales; producciones audiovisuales; medios de comunicación; centros de estudio locales y comarcales; investigadores; archiveros; museístas; arqueólogos; profesores; artistas y los cada vez más escasos testimonios vivos.
Otro frente importante en la construcción de esta memoria democrática es el sistema educativo, sobre todo en secundaria con asignaturas como Ética, donde reflexionar sobre memoria, algo que sería un factor de revisión muy importante. En resumen, aunque es una construcción política como toda reconstrucción, no es una imposición desde arriba porque hay muchos agentes y esto obliga a llegar a acuerdos.
Y enumera Marc Baldó algunos escenarios prácticos donde se manifiesta esta característica. Por ejemplo, dice, cambiar el nombre de las calles “es una cosa de políticos, pero deben llegar a acuerdos a partir del trabajo objetivo”. Se debe fomentar el conocimiento ciudadano y añade que, por ejemplo, “España es continuamente corrupta, ya desde Primo de Rivera es algo endémico, no es algo actual y es importante y debe saberse porque está documentado”.
En su descripción de esta memoria democrática, el catedrático de la UV subraya que ha de integrarse dentro del marco de los derechos humanos, es decir, “no revisamos la tortura del holocausto para flagelarnos, sino para preguntarnos el porqué, porque se han vulnerado cuándo y dónde y por quién, ahí está el objetivo”. En este sentido apostilla que “los valores y los derechos humanos son la divisa de la memoria democrática”.
Esta memoria en construcción, tiene la función además de consolidación democrática, si no, la reparación quedaría para los actos y memoriales de autombombo que vemos con asiduidad.
Tras referirse a las técnicas que utilizó la dictadura para legitimar desde su legado hasta el mismo golpe de estado, Baldó explica cómo ante la llegada la democracia, en la Transición, crece una corriente dispuesta a dejar el estudio de la memoria a los historiadores y recopilaron mucho patrimonio oral, pero el Estado con esto renunció a que fuera una memoria democrática como tal, especialmente en temas delicados como la exhumación. “Y así quedó cojo el asunto”. -Luego ya la democracia abrió la puerta a la recompensación de las víctimas. Hasta hoy, con muchas leyes y decretos. Pensiones a viudas, mutilados, pago de años de seguridad social por el tiempo en la cárcel… No desarrollaron lo simbólico pero lo que ideológicamente no es polémico del todo, sí lo desarrollaron. Y ese fue el gran error, el fallo está en obviar el elemento simbólico, que es “esa actitud contenida, renunciar a una política de comunicación valiente bajo la excusa de no reabrir heridas”.
Esta falta de una política de memoria histórica completa deriva en el manido “todos fuimos culpables” que utiliza la llamada ‘buena memoria’, que en realidad es la falta de esa política seria. Pero dice Baldó que “todos seríamos culpables pero oiga, unos más que otros”. Y se refiere a otro ejemplo, el de la Ley de Amnistía General, que también protege por igual a todos, y eso significa que todos iguales, “incluido el policía que arrancaba las uñas a los torturados, y absolviendo a todas las autoridades y funcionarios”. El articulado puede estar bien como punto de partida, “pero no debe omitir que se investigue y se exponga públicamente como se hace por ejemplo en Sudáfrica”. Fue por tanto una ley “de punto y final” y tuvo un debate fascinante a la vez que se creaba la Constitución. Se buscaba la conciliación nacional y la arropan UCD y la izquierda. Sin embargo, también ha evitado muchas condenas. “Por eso, la actual ley que se debata debe tener estos aspectos en cuenta, es una cuestión clave” prosigue Baldó.
Por fortuna, desde finales de los años 90 se ha iniciado un cambio de gran envergadura, sobre todo, por impulso de la sociedad civil y agentes que han tomado protagonismo y han empezado a criticar los fallos en la citada Ley de Amnistía General, por ejemplo. Y desde el año 2000 ya hay una nueva generación que no ha hecho la guerra, los nietos de la guerra, también una nueva izquierda que no son aquellos que compartieron “pupitres con rojos y azules”. Las anteriores generaciones buscaban el consenso, es lógico. Pero ahora, estos nuevos ciudadanos miran la democracia desde su propio punto de vista y creen que la memoria es de utilidad y hay que recuperarla para ir corrigiendo esa mal llamada ‘buena memoria’ del todos por igual.
Así en 2007 llega la Ley de Memoria Histórica con todas sus deficiencias pero que es otro paso más, igual que ahora lo son las autonómicas, aprobándose hace apenas unos días, precisamente, La Ley de Memoria Histórica de Cantabria, última en entrar en vigor en el marco regional.
En conclusión, Baldó expone de modo muy didáctico cómo una de las grandezas de la historiografía es que puede “mantenernos en guardia contra quienes pretender suprimir”. “Busquemos -dice Baldó- una mirada de conjunto al menos desde el año 56 (por 1956, año en que se dejaron de utilizar los paredones de fusilamiento) hasta hoy, para ver la represión de modo objetivo”. Así descubriremos, según el profesor, los orígenes de la violencia de cada bando y sus estrategias. El peso de cada cual en cada momento.
Para apuntalar su interesante exposición, Baldó se ha referido en el marco de #ArxiusVisibles a cómo también se han puesto en relieve las victimas femeninas de un solo bando y continuar luego haciendo un clarificador repaso a las cifras de fusilamientos de los bandos nacional y republicano en las diferentes regiones para corroborar su teoría de la necesidad de una profunda revisión de la memoria.
Así, explica que los cálculos de víctimas son 150.000 personas fusiladas por los franquistas y 52.000 por los republicanos. Hay una dismetría porque la zona donde entran los militares, no tiene apenas fusilados propios. Es decir, cuando un bando vence, de su bando no hay ya fusilados y de los otros habrá muchos. Por ejemplo, es paradigmático en caso de Castilla y León, donde los franquistas fusilan a 14.660 personas frente a los 563 fusilados a manos de los ‘rojos’. En Extremadura se ve también esta dismetría con 10.594 fusilados a anos del bando nacional frente a 1.567 víctimas de paredones y cunetas por parte del verdugo republicano. Se ve como en más de media España fusilan más los franquistas que el otro bando. Estos datos son muy valiosos para la reconstrucción de la memoria.
En Madrid se tiene registro se tiene 3.204 fusilados por Franco y de 8.815 por los republicanos, en palabras de Baldó esto deja claro que el ‘¡No pasarán!’ significa un no pasarán tremendo y brutal.
En Cataluña 3.000 fusilados del franquismo frente a 8.000 a manos de los republicanos, un caso similar. Mientras, en la Comunitat Valenciana Franco fusiló a 6.415 y el bando republicano a 6.029 ‘nacionales’, en total 12.444 muertes, “no importa saber solo cómo funciona la represión, sino también saber que eran personas que compartían pueblos y bares y panaderías” explica. Son 12.000 igual de víctimas unos que otros, eso sí, pero hay que retratar como es debido cada caso. “Albaida tiene 6 por los rojos y 19 de los franquistas, con edades distintas, varios hermanos y con profesiones distintas, un caso donde se ve que no es el estereotipo” de unos persiguen maestros y otros curas, hay de todo y también muchos jornaleros o trabajadores sin filiación política.
Hay que estudiar y documentar las dos bandos, concluye Baldó tras esta descarnada radiografía y añade que “hoy está en peligro alguna documentación y cabe hacer un trabajo a fondo y que la ley que se debate propicie todo esto”.