Las últimas décadas han supuesto un cambio de uso y de perspectiva fundamental en el mundo de los archivos: de la ficha manual a los big data y la internet, pasando por el hito de la normalización a través de las ISAD (g). Del secretismo a la proclamada transparencia. De la información privilegiada y controlada a l’e-goverment y una administración electrónica ‘ad legem’. Del latín al inglés y de las tertulias y los congresos a los masters en línea.
Incluso, espoleados por las nuevas tecnologías, se ha venido produciendo un distanciamiento de los antiguos usuarios privilegiados: los historiadores. También a los archivos «históricos» nos hemos dejado ‘contaminar’ por las exigencias de la inmediatez y del hipotético liderazgo en la nueva administración.
En realidad, siempre hemos estado y seremos en la encrucijada de los tiempos, de los caminos y de las opciones. Organizar, clasificar, describir, aportar criterios por tratar los documentos y la información disponible no ha estado ni es cualquier cosa.
En todo caso, además de ponernos al día en medio de esta “nueva” sociedad de la información, quizás tampoco tendríamos que perder la perspectiva de los vínculos que hay, volens nolens, entre el pasado, el presente y el futuro.
Estamos en una situación privilegiada para tratar de hacer de ‘magma’ compactador al bello de esta sociedad líquida donde los valores, las prácticas y la misma ‘actualidad’ se desvanecen con una rapidez desconcertante.
Quizás la recomposición de nuestra relación con los historiadores – y con el tiempo- sea una de las asignaturas que, también, tendremos que tratar de aprobar. Las próximas jornadas que celebraremos en octubre alrededor de los archivos, la democracia y el derecho a la información quizás sean una buena oportunidad para madurar estas cuestiones y, por instantes, trascender nuestra precaria realidad cotidiana.
Jesús Alonso
Imagen de la web http://www.luzarcoiris.com